A la gran mayoría de la población les gusta comprar, pero no a todos les gusta que los anuncios publicitarios les digan que comprar.
Ese es el principal problema de los anuncios publicitarios y la mayoría de las estrategias de marketing, que las marcas se creen con la autoridad de decirles a las personas que compren y cuando. El verdadero proceso de venta, no solo es ordenarle al prospecto que compre y realizar la venta. El proceso supone un poco más de esfuerzo y creatividad por parte del vendedor. La sobre oferta puede llegar a abrumar al consumidor, en ocasiones a tal grado, que prefiere no realizar la compra.
La saturación de competencia, ha provocado que las marcas inserten sus anuncios publicitarios hasta en situaciones que pueden incomodar al mismo consumidor, rodeándolo de sus productos todo el tiempo, incluso invadiendo su privacidad. No solo en la publicidad tradicional sucede esto, con las llamadas de telemarketing en horas inusuales o en fines de semana, o los flyers que minutos después de haberlo recibido, se convierte en basura. Esto mismo sucede en los medios digitales.
En el marketing digital sucede lo mismo, cuando una persona no está preparada para comprar su producto o solicitar su servicio, es inútil que le presente tantas veces su producto, o lo bombardee con anuncios publicitarios dentro de sus tareas rutinarias. El prospecto no lo comprará, a no ser que en verdad esté buscando su producto.
En este aspecto, el marketing digital es más amable con los anuncios publicitarios. Pueden programar sus campañas de tal forma que su anuncio llegue en el momento preciso a las personas indicadas, es decir, impactará al consumidor que esté preparado para realizar una compra. Esto se refleja en una significativa reducción en la inversión necesaria para concretar ventas.
En conclusión, a veces no se trata de poner más anuncios y que sean vistos en todo momento, sino saber dónde, cuándo y a quién presentarle sus anuncios publicitarios para aumentar su efectividad.
